The Luminaries de Eleanor Catton.
Te regala el libro alguien que sabe que te gusta la
literatura y la astrología (al abrir el libro en modo comprador potencial se
observan varias referencias astrológicas, lo cual resulta bastante atractivo
para el que conoce los tejemanejes planetarios). Te sientas, abres el ejemplar
y a las 50 páginas, aparte de las molestias por la tensión muscular a la que
obliga la sujeción de tremendo tochaco (más de 800 páginas de hoja ancha), el
cerebro empieza a sentirse agredido y da tirones hacia otra parte, como el
perro que cuestiona la voluntad de su dueño. Y qué haces, no dudas ni un
instante (pues el órgano en cuestión no miente, las inclinaciones naturales
nunca se equivocan), te levantas rápidamente y arrojas el libro por la ventana
con la fortuna de que éste cae a la piscina del edificio de enfrente (uno que
no se puede permitir tantos lujos en verano) y queda totalmente empapado por
esa mezcla de H2O, cloro, crema solar y orín de impúber, lo que agrada soberanamente
a la pereza y permite que el cuerpo, en la imposibilidad de recuperar el
pisapapeles anglosajón, se relaje hasta abrazar el sueño. ¿El texto? Comienza
con una introducción en la que la autora defiende la astrología sideral (que
aun pareciendo intuitivamente más adecuada, no funciona) y se atreve a afirmar
que la astrología tradicional está basada en un error (de ahí su foto del
final, con brazos cruzados y mirada de superioridad). Después de esta exhibición
de sabiduría, la siguiente página incluye una carta natal que está al revés (supongo
que no es tan ingenua como para errar de esa manera... como ambienta su narración
en el hemisferio sur, alguna opinión descabellada tendrá al respecto, o quizás
quede mejor el dibujo al revés). Tras la pose empieza el verbo. La prosa
destila un aroma a rancio (olor a muebles antiguos) que echa para atrás, no hay
frescura. Sí hay sobredosis de narración: descripciones demasiado extensas y
muy abundantes; los rasgos de los personajes llegan a través de palabras y no
de actos; los acontecimientos no suceden (son expuestos), la narradora se da
tanta importancia que no permite que los personajes y las situaciones respiren si
no es a través de ella, en ningún momento el texto tiene vida por sí solo. La
guinda al pastel son las explicaciones que añade a los diálogos, epítome de
la pesadez. Temática, argumento, profundidad... aburrimiento. Mucha excentricidad
esotérica y muchas ganas de llamar la atención con astrología, pero no hay una
base sólida de recursos narrativos y conceptuales que respalde tanta tontería.