30 de abril de 2021

Delhicious

Tigre blanco de Aravind Adiga.

Prosa endemoniada desde el minuto 1. El relato se mueve a gran velocidad, como si imitara el frenesí cotidiano de India. Lo más destacado es que, teniendo un ritmo feroz, no cae en los típicos defectos que suelen ir asociados a este tipo de narraciones. Adiga deja espacio suficiente para que todo se desarrolle de forma óptima, dentro de unos límites, y el tono cómico está muy conseguido. Es un libro que consigue entretenerte y hacerte reír al mismo tiempo que te transporta a India. Además, ofrece observaciones interesantes sobre la lucha de clases e incluye bastantes detalles sobre lo que supone ser pobre en el país. Poco más se le puede pedir a un libro de estas características. Entretenimiento de calidad que genera cierta efervescencia interna.

*Evitad a toda costa la película de Netflix.

26 de abril de 2021

Los ciegos y el elefante

El Nix de Nathan Hill.

Obra maestra de principio a fin. Como bien apuntan algunas comparaciones, se asemeja a David Foster Wallace, eso sí, un DFW diluido, aunque menos pesado; más entretenimiento, menos profundidad. Lo que más me ha sorprendido es cómo el autor logra que todos los capítulos sean entretenidos, algo inusual en una novela de esta extensión (más de 600 páginas) y que despliega una narración fragmentaria, alternando épocas y personajes constantemente. Nathan Hill ha dado con la fórmula perfecta, equilibrando muy bien lo emotivo y lo intelectual, lo individual y lo colectivo, las reflexiones y el humor, el collage y el retrato particular... Es excelente en todos los sentidos. Sí que hay ciertos lugares comunes, pero en ningún momento llega un tufillo a estereotipos y clichés. La única pega que se le puede poner es que a veces da la sensación de que son capítulos sueltos que se han unido, pero eso no impide que sea una de las mejores novelas del siglo XXI.

La parábola de los ciegos y el elefante sirve de analogía a lo que le sucede a algunos personajes. Son los ciegos intentando describir al elefante sin haber tocado con las manos la totalidad, sólo una parte. Esto es extrapolable a la vida misma, como afirma el propio Hill (traducción mía) "nuestra identidad verdadera está escondida detrás de muchas otras identidades verdaderas". La identidad total de un individuo puede estar compuesta de identidades contradictorias que son igual de verdaderas. Y tras comprender esto, los ciegos se quitan el sombrero al unísono.

12 de abril de 2021

La estalactita horizontal

Hielo de Anna Kavan.

Leído en versión original, hasta la mitad. Pese al hielo, el lector no se desliza. Una mujer se adentra en un pueblo misterioso buscando a otra mujer. Hasta ahí puedo leer y hasta ahí leí. Con una atmósfera que recuerda a Kafka, sí, y una prosa que se atasca cual veiculo longo en carretera nevada. Siguiendo el chiste: me dejó frío. La trama no tiene ninguna intensidad y el desarrollo, más allá de generar cierta intriga intermitente, no tiene fuerza. Todo transmite un estatismo excesivo, el texto al borde de la congelación. Ja + ja. Parece que la narración está sin pulir, demasiadas palabras para tan poca variedad de sucesos. Kavan sigue una línea clara, altamente programada, de la que apenas se separa, y el conjunto se resiente. Una onda sin valles ni crestas que genera una continuidad insulsa, una estalactita horizontal.

5 de abril de 2021

Karl Over

La muerte del padre de Karl Ove Knausgård.

Misterioso libro sin ser misterioso. Te sumerge por completo en lo que sucede y lo que sucede apenas resulta significativo. Levantamiento de cejas. Es decir, deglutes con alegría y entusiasmo, pero eso no impide que le sobren 100 páginas tranquilamente, sobre todo por sus excesos descriptivos. Como excursión taciturna por el entorno escandinavo, con sus casitas, sus bosques y su frialdad familiar, puede funcionar. Como reflexión sobre la muerte, se queda algo corta. Da la sensación de que la primera parte es mayormente relleno, andanzas infantiles sazonadas con ocurrencias vagas y algún intento de definir al padre a brochazos. Merece más la pena la segunda parte, especialmente el tramo final, especialmente la frase final (spoiler): "Y la muerte, que yo siempre había considerado la magnitud más importante de la vida, oscura, atrayente, no era más que una tubería que revienta, una rama que se rompe con el viento, una chaqueta que cae de la percha al suelo". Esta frase bien podría resumir las expectativas que tenía y lo que acabó siendo el libro. Uno entra esperando ver el escalpelo diseccionando el cadáver del padre y el interior del autor, pero sólo encuentra una linterna alumbrando restos de ropa tirada.

Simplificar lo que significa la muerte es arriesgado. La visión simplista que ofrece Knausgård es cuestionable, ya que puede servir de excusa para juntar palabras sin profundizar, apropiándose de la atmósfera oscura que brindan el título y los primeros párrafos sin verdaderamente merecerlo; el título usado casi como cliffhanger y el proceso de lectura convertido en una larga espera. La estrategia es útil, pero no es del todo satisfactoria. No cabe duda de que es un libro muy personal y quizá ese sea su mayor defecto, pues lo particular se impone a lo universal. Se produce una colisión entre la profundidad del tema, un tema que por naturaleza es universal, y el enfoque extremadamente personal y poco reflexivo que se le da. Falta reducir la distancia entre esos dos puntos para que salten chispas, aunque esto no impide que detrás haya un escritor competente y que el libro se deje leer fácilmente.