Lo más interesante de esta novela es que abre su primer capítulo con una cita de David Foster Wallace, autor que se suicidó y que en La broma infinita (analizada aquí) hablaba de una cinta de vídeo tan adictiva que enganchaba a la gente hasta tal punto que acababa muriendo.
El tema de la primera parte de Los Escorpiones es el suicidio, relacionado con un videojuego que crea algo contrario, "un estado de anhedonia extrema en el que el jugador pierde todo deseo por nada, incluyendo las funciones vitales básicas, hasta dejarse morir en los casos más graves".
Ups, no avisé del spoiler...
Para seguir adelante con la novela (después de la cita de DFW) uno tiene que aceptar las inverosimilitudes con una sonrisa, ya que la protagonista acude al funeral de un tipo al que ha conocido virtualmente en Tinder hace dos meses, sin verle en persona.
Para continuar la historia, Barquinero cree que es buena idea, de paso, introducir aspectos macabros relacionados con los rincones oscuros de Internet. No viene a cuento, pero le da un toque picante, así que, why not? Y ya que estamos, aprovecha para atropellarnos con un tumulto de información conspiranoica.
La sorpresa gorda viene cuando la segunda parte, que se titula "El perro mexicano", va de otra cosa. Aquí siento una desconexión tan brutal que después de leer unas 20 páginas abandono. No me parece razonable invertir 113 páginas de mi vida en un texto que como mucho es pasable para que de repente me desconecten de esa manera.
En general, hay un exceso evidente de información prescindible y la prosa funciona mejor en su versión académica que literaria. Tampoco expone ideas sugerentes más allá de extenderse en conspiraciones y apoyarse en el concepto de creepypasta. Ni me hace sentir cosas, ni despierta mi interés.
Para seguir adelante con la novela (después de la cita de DFW) uno tiene que aceptar las inverosimilitudes con una sonrisa, ya que la protagonista acude al funeral de un tipo al que ha conocido virtualmente en Tinder hace dos meses, sin verle en persona.
Venga Sara, trae aquí ese jarabe que me lo voy a tragar todo.
Y claro, como el tipo se suicidó, la protagonista no puede hacer otra cosa que dudar de los hechos y empezar a investigar el asunto.
Luego hay que aceptar que la protagonista conoce a otro hombre en Tinder que sabe entrar en la Deep Web y le invita a dormir a su casa sin conocerle de nada para que le ayude. ¿Quién no invitaría a dormir a su casa a un tipo desconocido que sabe entrar en la Deep Web? Pero tranquilos que Barquinero hace que ese personaje sea una caricatura para que no sintáis ningún tipo de amenaza.
Luego hay que aceptar que la protagonista conoce a otro hombre en Tinder que sabe entrar en la Deep Web y le invita a dormir a su casa sin conocerle de nada para que le ayude. ¿Quién no invitaría a dormir a su casa a un tipo desconocido que sabe entrar en la Deep Web? Pero tranquilos que Barquinero hace que ese personaje sea una caricatura para que no sintáis ningún tipo de amenaza.
Para continuar la historia, Barquinero cree que es buena idea, de paso, introducir aspectos macabros relacionados con los rincones oscuros de Internet. No viene a cuento, pero le da un toque picante, así que, why not? Y ya que estamos, aprovecha para atropellarnos con un tumulto de información conspiranoica.
La sorpresa gorda viene cuando la segunda parte, que se titula "El perro mexicano", va de otra cosa. Aquí siento una desconexión tan brutal que después de leer unas 20 páginas abandono. No me parece razonable invertir 113 páginas de mi vida en un texto que como mucho es pasable para que de repente me desconecten de esa manera.
En general, hay un exceso evidente de información prescindible y la prosa funciona mejor en su versión académica que literaria. Tampoco expone ideas sugerentes más allá de extenderse en conspiraciones y apoyarse en el concepto de creepypasta. Ni me hace sentir cosas, ni despierta mi interés.

No hay comentarios:
Publicar un comentario