Increíble pero cierto: un libro de 188 páginas al que le sobran páginas, posiblemente las 100 primeras, aunque las 88 siguientes tampoco dan la talla.
Y suena algo así: prosa elegante que cabalga lentamente, ni sonríe ni galopa, y que en su letargo va hundiendo poco a poco a la historia en un charco de baba producido por el exceso de regocijo que demuestra el jinete al agitar su bandera prosística frente al hocico de un caballo manso que apenas alza la mirada ni la voz para indicar un giro equivocado.
Un texto tremendamente estático que coge brío en la parte final, con el esperado diálogo entre sus dos figuras clave, bonita amistad, maldita amistad, aunque los intentos de Márai por filosofar, sus ganas de compartir su eminente sabiduría, no llegan a ningún abrevadero y lo único que vemos es al caballo alimentándose de heno y paja, con la boca seca, intentando coger fuerzas antes de partir de vuelta a su establo.
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