Alik está en su lecho de muerte en Nueva York y un grupo de migrantes rusos (como él) están reunidos alrededor, cuidándole y haciéndole compañía.
Ulítskaya, haciendo gala de una prosa tranquila y precisa, crea una atmósfera cautivadora que permite que la última etapa de la vida de este hombre se convierta en una celebración del amor y la amistad, con observaciones sobre la muerte, la religión y la nostalgia. La autora crea una situación tan amena y singular que a uno le entran ganas de poder vivir algo similar antes de morir.
Es una narración magnífica en la que la autora consigue que los personajes estén bien definidos y que el lector pueda empatizar con ellos. Además, también da alguna pincelada retratística sobre Rusia y Nueva York e incluye una interesante batalla dialéctica entre un sacerdote (cristiano) y un rabino (judío). Una obra única, difícil de olvidar.
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