5 de julio de 2014

El repartidor de verdades

Alma de Javier Moreno.

Si bien hay detalles interesantes, alguna frase inteligente y algún toque de humor con chispa, el conjunto me parece muy flojo. Camina cerca de la propuesta nocillera de Fernández Mallo, incluso la mejora ligeramente, pero al mismo tiempo demuestra que esta forma de hacer las cosas, si no tienes nada que decir, difícilmente llega a alguna parte. Uno de los problemas es que la mecánica del texto se escuda en lo fragmentario para obedecer al "escribo lo que se me ocurre", por eso todo son frases sueltas, una tras otra, que apenas tienen relación entre sí y cuya colocación atiende a los caprichos del escritor. Otro problema es la cantidad de paja, de reflexión vacía y de receta pseudofilosófica que nos encontramos. Javier Moreno confía en que el lector dé por válidas unas reflexiones en las que no se profundiza nada y que más bien son ocurrencias o falacias que indagaciones serias sobre la naturaleza de la realidad. Vamos con la inundación de frases: "El problema es que los seres humanos somos más de uno pero menos de dos" (y no he manipulado el contexto, la suelta como un tortazo); "Una ciudad no es un lugar físico. Una ciudad es una alucinación colectiva" (muy guay); "La mujer aloja un vacío en su interior, un vacío que los hombres apenas intuimos y que sin embargo nos atrae profundamente" (increíble insight); "El número de preguntas que uno puede formular supera al de las respuestas que puede dar. De ahí se concluye que la vida está indisolublemente ligada al enigma" (claramente); "mi primera paja fue involuntaria, falta de previsión y de imágenes. Supongo que algo parecido es lo que padecen en su acoplamiento los animales. Un asombro estúpido. Una prueba definitiva de que hasta el orgasmo es artificio" (no hay relación entre lo planteado y la conclusión, prueba definitiva de que la rigurosidad del texto es inexistente).

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