Muero por dentro de Robert Silverberg.
Logra muy poco con una premisa bastante atractiva.
La premisa: un hombre es capaz de leer la mente a todo el mundo.
Y no sucede gran cosa más allá de los revolcones puntuales del protagonista y alguna observación tímida sobre la felicidad o la infelicidad que produce vivir con un don de ese calibre.
Los cambios de primera a tercera persona no aportan nada. Las partes en tercera persona simplemente añaden una capa innecesaria de artificio.
La prosa es un tanto descuidada, aunque se deja leer. Los personajes no acaban de seducir.
Lamentablemente, a esta novela le faltan colores. Silverberg maneja una paleta básica y de ahí no sale. Aquí había potencial para ir hacia lugares mucho más interesantes y ofrecer reflexiones bastante más agudas.
Adam Haslett: Madres e hijos
Hace 20 minutos

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