20 de enero de 2025

Merricat

Siempre hemos vivido en el castillo
de Shirley Jackson.

No cabe duda de que Shirley Jackson sabe escribir, pero por desgracia, aquí la historia genera poco suspense y apenas tiene intensidad. La autora divaga mucho más que en La maldición de Hill House (comentada aquí) y la atmósfera no está tan conseguida. 
Los giros finales tampoco me sorprendieron demasiado. Lo mejor de la novela es que sus personajes son verdaderamente cautivadores (me habría encantado verlos en una obra más interesante). Sigo con spoilers...

La idea de la comida como fetiche que menciona Oates en el epílogo (edición Modern Classics de Penguin) es sugerente, pero Jackson no desarrolla el tema de forma significativa. Creo que la comida funciona principalmente como motivo literario de distracción (la cocinera habitual no es Mary) y para convertir algo que nutre y da confort en un arma mortífera.

He leído algún artículo sobre la comida en la obra y hay varias teorías que apuntan a que Jackson quiere mostrar el poder que tiene la comida y cómo puede servir para empoderar a la mujer. Se supone que el que cocina está por debajo del que come, pero Jackson demuestra que es una dinámica de poder peculiar y el que cocina en realidad tiene más poder de lo que parece. Todo esto suena muy bien, pero no llega con claridad a través del texto, que es lo que realmente importa.

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