Lo cogí de la biblioteca porque leí en alguna parte que era ficción de calidad sobre el cambio climático. A las 100 páginas abandoné el barco (me enseñó Baricco...).
La premisa suena bien: un científico sensible a la destrucción a la que está sometido el planeta por culpa de los humanos hace de guía en un crucero a la Antártida para turistas y personajes varios.
La historia alterna entre el viaje en cuestión, algún flashback a los problemas sentimentales del narrador y conversaciones por radio que se intercalan con noticias sobre el destino del crucero.
Y repentinamente, Trojanow arroja alguna idea suelta, sin desarrollar, mencionando por ejemplo que los glaciares se están derritiendo o que ya no conocemos el sabor de una manzana auténtica.
De nada sirven estas ideas (o hechos)
si el tono no está bien perfilado desde el principio
y si la información llega a nuestros ojos de manera errática,
como si hubiera intromisiones constantes en el desarrollo del relato,
ráfagas de estímulos que no aportan demasiado a la historia,
quizá sí a un estilo cuyo desorden resulta contraproducente.
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