7 de enero de 2022

El tiempo es oro, aunque no exista

Naíf. Súper.
de Erlend Loe.

Novela protagonizada y narrada por un joven de 25 años extremadamente ingenuo y adorable que ve las cosas de manera despreocupada y no teme ser él mismo. Y me detengo aquí para aplaudir al autor por ser capaz de indagar en la condición humana con una obra sencilla y emotiva.

Erlend Loe ha creado un texto absolutamente encantador, desplegando detalles y observaciones de forma discreta pero manteniendo el interés. Todo está manejado con mucha delicadeza y el ritmo es muy bueno. Además, el humor es sutil y efectivo. Spoilers a continuación...

"Si el universo es pasajero, es fácil pensar que la vida humana carece de sentido. ¿Por qué tendría que hacer nada en absoluto? Por otro lado, resulta tentador intentar sacarle el mayor provecho posible". Este tipo de ambivalencias son las que dan riqueza al texto y tocan la esencia misma del ser humano: la vida es absurda y no tiene sentido, pero ya que estamos, vamos a intentar aprovecharla.

Este contraste también se aprecia en el protagonista. Él, por ejemplo, se dedica a leer un libro de física y a reflexionar sobre el universo y el tiempo, pero luego hace listas en las que valora cosas básicas que harían reír a más de uno. También cree en "la purificación del alma a través del juego y la diversión", algo que suena infantil pero que es más significativo de lo que parece.

El final es delicioso. Hacia la mitad del libro, el protagonista envía un email al autor del libro que está leyendo para preguntarle cosas sobre el tiempo y el universo. El hecho de mandar las preguntas nace de una actitud naíf, pero las preguntas en sí mismas sí que tienen un impulso inquisitivo. Al final descubrimos que el email se queda sin responder. Lo irónico es que el autor de un libro que afirma que el tiempo no existe, no tiene tiempo para contestar preguntas de lectores. Aquí llegamos a otro contraste interesante: a nivel teórico el tiempo puede que no exista, pero a nivel práctico sí, o por lo menos así es como lo percibimos todos.

No obstante, el protagonista es un ser diferente, pues para él es al revés: el tiempo existe como concepto, incluso le resulta atractivo (por eso quiere un reloj), pero no a nivel práctico, por eso tiene 25 años pero parece un niño pequeño.

Erlend Loe acerca el archiconocido "carpe diem" a las tendencias infantiles, diciéndonos que hay que dejarse llevar por nuestro niño interior para trascender el tiempo y poder así disfrutar más de la vida. Esto puede sonar un poco a cliché, pero Loe llega a ello de una manera singular y única.

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