Complicado tratar esta novela sin caer en spoilers, dado que para hablar de la prosa ya hay que empezar diciendo que hay tres narradores distintos, Jojo, Leonie y Richie, que se van alternando para contarnos una historia familiar cruda, áspera y sombría ambientada en Misisipi.
Creo que la mejor expresión para definir la prosa es que exuda una delicadeza sinuosa, es una serpiente que te muerde y te acoge en su regazo al mismo tiempo. Quizá la mayor virtud de Jesmyn Ward es que demuestra un gran control narrativo (nada es excesivo, todo es sutil), logrando desplegar un buen abanico de momentos llenos de ternura, tensión, repugnancia, miedo, desolación... todos ellos bañados de una atmósfera oscura y sobrenatural que funciona a la perfección.
Lo único que se le puede achacar a Ward es que apenas hay diferencias entre las tres voces de los narradores (o por lo menos así lo parece en la edición en español de Sexto Piso; mi mujer asegura que en inglés sí que hay variaciones). Esto perjudica sobre todo al personaje de Leonie (madre de Jojo), ya que según lo que nos dice el propio Jojo, es una persona vulgar e insensible, pero cuando ella narra parece una persona más sofisticada y profunda, hasta el punto de usar imágenes y analogías elaboradas. Estos dos puntos de vista chocan y hacen que el personaje de Leonie no sea totalmente convincente.
Aun así, incluso con ese defecto que podría aniquilar a cualquier otra novela, me parece que La canción de los vivos y los muertos es una obra magnífica, con un giro final muy sugerente en el que aparecen los fantasmas de los negros muertos por actos violentos, reflejando el racismo y la situación precaria en la que viven simplemente por su color de piel.
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