Relatos sobre la muerte y sus fallecidos y el que desfallece es el lector ante el tedio (¿esplín?) de esta envejecida enciclopedia que no leí entera (Simón me salve), pero que mastiqué con todas mis fuerzas intentando desmenuzar los fragmentos, haciendo partícipe a la saliva para mejorar la digestión y evitar el riesgo de atragantamiento, aunque el exceso de tegumento y la somnolencia intermitente que provocaban los parajes descriptivos de Kiš me obligaron a pasar hambre, a apartar tanto al abuelo como a las patatas.
Rubem Fonseca: El salvaje de la ópera
Hace 1 hora
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