31 de agosto de 2022

Sec

Los diques
de Irene Solà.

Abandono a las 110 páginas con una sensación de decepción bastante aguda, principalmente porque es una novela que no tiene nada de la magia de Canto yo y la montaña baila, que me pareció fantástica (comentada aquí).

Aquí una serie de personajes deambulan por el papel sin ninguna trascendencia y sin propósito claro. La historia está tan poco definida que a veces parece que estamos ante una colección de relatos en los que simplemente se repiten algunos nombres. La indefinición podría funcionar si el texto ofreciera algo interesante o evocador, pero no es el caso. Aun así, estaré atento a lo que Solà escriba en un futuro.

27 de agosto de 2022

Palomo mensajero

Nostalgia
de Mircea Cartarescu.

Cinco relatos de los que, por demérito del autor, sólo leí completos El Ruletista y El arquitecto. Y estos dos se limitan a ser curiosidades bien escritas que no acaban de impactar tanto como prometen. En el caso de El arquitecto, el final me pareció absolutamente caprichoso.

Sobre los otros tres relatos, si me preguntan diría que los recursos metaficcionales no aportan gran cosa, que los textos no suelen tener un ritmo narrativo óptimo y que Cartarescu no sabe sintetizar, no es preciso con la información que transmite y se extiende en exceso con detalles irrelevantes. Estos relatos se hacen pesados porque lees y lees y lees... y parece que no avanzas.

24 de agosto de 2022

XSLL

Cauterio
de Lucía Lijtmaer.

Digamos que Lucía Lijtmaer cree que está cauterizando las heridas de una sociedad enferma, pero resulta que esto no es más que un desfile de observaciones simplistas que no van a ninguna parte. Una escritura que parece un vagabundeo superficial por el teclado (en ningún caso se puede hablar de pluma, ni por época ni por calidad), pasando por encima de las cosas y las palabras con la ligereza del que mira un escaparate sabiendo que no va a entrar a comprar nada.

La novela alterna entre una mujer contemporánea y otra del siglo XVII que supuestamente fue la primera mujer en fundar una colonia. Lo cierto es que el tono y la atmósfera de ese siglo no están nada conseguidas, además de que apenas hay diferencia entre las dos voces que narran, lo cual le resta mucha credibilidad.

Reconozco que al principio la prosa y las tramas tienen intensidad y resultan llamativas, pero poco a poco van perdiendo fuerza. A las 100 páginas uno empieza a preguntarse por qué está leyendo y acaba sucediendo lo inevitable.

20 de agosto de 2022

Meto nimia

Asylum Road
de Olivia Sudjic.

33% leído dice el ereader, más que suficiente. En el planeta Sudjic no existen las elipsis, así que la cantidad de nimiedades que te tienes que comer es devastadora. La autora cree que es necesario narrar en milímetros epidérmicos, por lo que no duda en reiterar que la protagonista se rasca la espalda o estira el brazo.

En general, la historia es algo dispersa y su prosa funcional/mecánica difícilmente encenderá tu cerebro o agitará tu corazón, algo que tampoco lograrán sus personajes genéricos. Este libro es tan superfluo que hasta te remueve algo por dentro, como cuando ves una superficie quemada donde debería haber un bosque frondoso. En este caso, ese bosque frondoso se llama literatura.

17 de agosto de 2022

Hizo limonada con sus limones

Limónov
de Emmanuel Carrère.

Estamos ante un libro más político y menos humano y personal que obras como Yoga o Vidas ajenas, que me gustaron bastante (comentadas aquí y aquí). El problema principal es que si la política te interesa poco, como en mi caso, es probable que la lectura no te resulte totalmente satisfactoria. Aun así, reconozco que Limónov tiene valor como documento histórico sobre Rusia y sobre la vida de una de sus figuras más extravagantes.

Los intereses personales del lector influyen, pero creo que aquí Carrère se dispersa mucho y hay bastantes fragmentos aburridos. Lees algunas partes para quitártelas de encima, con la esperanza de que haya otras más interesantes. También percibo un name-dropping excesivo. Cuando el autor se aleja de lo político y se centra más en la vida de Eduard Limónov, el libro mejora. Además, el final deja buen sabor de boca y resume la sencillez de este personaje.

*No sabía si ponerle una estrella o no, pero mi mujer decantó la balanza desfavorablemente, ya que tiene un paladar literario muy similar al mío y no fue capaz de acabarlo (y eso que es de las que casi nunca dejan un libro).

13 de agosto de 2022

EchenozZz

Me voy
de Jean Echenoz.

Estoy casi seguro de que este libro cura el insomnio, sus vocablos desprenden unos vapores somníferos que te dejan atontado. Esto no es más que un ejercicio poco palatable que no se salva ni con la prosa fluida ni con los esfuerzos humorísticos de Echenoz. Ni siquiera el hecho de contar con dos hilos narrativos le ayuda a tener frescura. Mi "me voy" llegó a las 80 páginas y sin ningún remordimiento. No es que sea un libro malo, es que no aporta nada, más allá de presentar palabras, una detrás de otra.

11 de agosto de 2022

Querido Bernie

En busca de la verdad
de Thomas Bernhard.

Recopilación de artículos y entrevistas en las que sale a relucir el estilo vigoroso y apasionado de Bernie (apodo sólo para amigos). Le pongo una estrella porque las entrevistas son estupendas, pero hay que decir que este libro es estrictamente para amantes de Bernhard. A mí me ha parecido interesante, pero no se lo recomendaría a alquien que no conociera al autor.

10 de agosto de 2022

Gueropa

Neither Here Nor There
de Bill Bryson.

Libro de viajes por Europa en el que Bill Bryson se dedica a exagerar y generalizar constantemente, con un enfoque superficial y poco riguroso que a veces, por pereza intelectual, mete a todo el continente en el mismo saco. Parece que sólo busca hacer reír y no siempre lo consigue. Muchas tonterías y poca perspicacia.

7 de agosto de 2022

Pásame el Ventolin

Doctor Pasavento
de Enrique Vila-Matas.

El prospecto del medicamento dice "Ventolin produce una fina niebla que es inhalada por la boca hasta los pulmones", que es justo lo que ofrece Vila-Matas en esta novela, una fina niebla, tan fina que en lugar de obstaculizar la visión, uno es capaz de ver claramente lo poco que aporta este texto y cómo el propio artificio se convierte en una niebla porque sí.

El texto se autodefine como "la realidad bailando con la ficción en la frontera" y para ello presenta un tejido de referencias literarias y geográficas interconectadas que en un primer momento resulta estimulante, pero que después de 150 páginas empieza a pesar más que la piedra de Sísifo.

El problema de Doctor Pasavento, aparte de la frustrante repetitividad de sus conceptos (desaparición, ausencia, digresión...), es que Vila-Matas está posando con el uniforme de escritor, gritando constantemente al lector que esto es literatura y que él aquí ha venido a jugar. Sus jueguitos, al ser tan evidentes, se agotan rápidamente.

Algunas ideas, como que las digresiones sirven para alejar la conclusión (que no es otra cosa que la muerte), que el narrador va hacia delante precisamente por su renuncia a avanzar o la contradicción de alguien que quiere desaparecer pero se dedica a escribir, pueden tener cierto sentido y algo de interés en su ambivalencia, pero no transmiten ninguna autenticidad. Todo esto parece una pose intelectual. Detrás de este texto no hay una persona, hay un escritor, y eso es obvio en todo momento.