La autora abre esta colección de relatos diciéndole al lector lo que tiene que hacer, esto es, "leer los cuentos en orden y no más de dos seguidos" (no te lo dicen Carver o Cheever, pero sí Carlota Gurt).
Supongo que esa indicación tiene el objetivo de que el lector disfrute la exquisitez de cada bocado como si de un restaurante con estrellas Michelin se tratara. El problema es que lo que hay en el papel es un menú del día de un bar de mala muerte y ese comentario acaba sonando pedante.
La prosa es mediocre, el tono es infantil, el lenguaje alterna entre lo afectado y lo artificial y las ideas más que lúcidas son translúcidas. Al final resulta que la autora tenía razón, porque leí tres relatos seguidos (más de dos) y me indigesté.
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