11 de septiembre de 2023

Ambigú

Estado de gracia
de Joy Williams.

Soltaría un "WTF" y me quedaría tan ancho, y a otra cosa mariposa, y mañana será otro día, pero no estaría reflejando el caos que conjura esta novela. "Sordidez barroca" es buena frase para resumir el comienzo de esta novela que no es novela, sino concatenación de altercados lingüísticos, pues vamos de pie en un tren estadounidensemente sureño, desde el sur hacia el sur, y no hay barras para agarrarse. Así suena.

Estoy leyendo en inglés.

La fragmentación decide suavizarse de repente, por sí misma, no hay escritora, esto se lo dictó Dios directamente a la muñeca que sujetaba la pluma, y uno empieza a degustar algunas líneas, algunas sombras, alguna trama que asoma.

Descubro de inmediato que el término "muñeca", que he utilizado impulsivamente, podría hacer referencia a la mujer y a la parte del cuerpo. Elijan ustedes, sin compromiso, no hay nadie mirando.

Una adolescente retoma la relación con su padre y se solapa el pasado y algún sueño y algún naufragio. No hay velas que impulsen el barco, no hay velas que iluminen la oscuridad.

Leo algunas críticas anónimas en internet sobre el libro y veo que hay muchas alabanzas. Sigo leyendo.

La dispersión, perdón... la fragmentación vuelve repentinamente (hay que hablar de forma posmoderna, así lo exige el texto y sus acólitos). Williams, con alegría, como claramente indica su nombre, te embadurna el cuerpo de barro sin el objetivo de limpiarte los poros. Y hay que decir que como efecto funciona, se siente levemente en el pecho, pero como experiencia lectora es cuestionable, un sí o un no. Quizá no. Sigo leyendo.

Acabo el "Book One" y más bien no. Se me escapa qué tiene esto de especial, más allá de la ensalada de 37 ingredientes con exceso de aceite, vinagre y sal.

Leo más críticas, casi todas positivas. Varios sujetos afirman que el "Book Two" es la mejor parte. Sigo leyendo.

En el "Book Two" el estilo se estandariza, pero mi conciencia sabe que la autora ya me perdió como lector hace algunas páginas. Intento seguir hacia delante pero sólo soy capaz de completar el 50% del total.

La conclusión dice lo siguiente: Williams pinta con desorden, ambigüedad y negrura para que el cuadro parezca más profundo de lo que realmente es. Y cuando quiere corregir el entuerto (segunda parte), ya es demasiado tarde.

Como ejercicio mental, fuegos artificiales. Como experiencia de lectura, indisfrutable.

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