Dejé este artilugio espantoso en la página 30 y no voy a hacer el chiste fácil con el título. Que alguien me explique por favor, y concentro mi mirada en los miembros del jurado del Premio Herralde y del Premio Nacional de Narrativa, dónde está aquí la literatura.
La "estrategia narrativa" de Morales debe ser vomitar el mayor número de ideas en el menor tiempo posible y de cualquier manera. El cronómetro se lo sujetan entre vítores todos esos que creen que estas ideas (las 150 que hay en las primeras páginas) son radicales y revolucionarias. Que probablemente sean los mismos que se deleiten viendo cómo la autora se lía a mamporros en todas direcciones. Podríamos decir que Cristina Morales es a la literatura lo que Steven Seagal al cine.
El principal problema de Lectura fácil es que su bombardeo ideológico y político (con claros fines provocativos) no viene a cuento en las primeras páginas, básicamente porque nada de eso está desarrollado en el texto, a través de la historia de algún personaje o de alguna situación concreta. Cristina Morales busca la provocación no como un Banksy, sino como una joven que sale a quemar contenedores sin fundamento.
Lo radical sería desarrollar estas ideas de manera sutil, demostrando control narrativo, elaborando un mosaico conceptual estimulante y colorido, con personajes interesantes y observaciones inteligentes. Pero para eso no sólo hay que saber escribir, también hay que practicar la sensatez y la madurez.
La coletilla: esto se lo envían a cualquier editor bajo seudónimo y no se publica jamás. Aunque supuestamente en el Premio Herralde se participa con seudónimo, ¿no?
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