Narra una vasija inmortal y omnisciente que es capaz de cambiar de forma a su antojo. Y hasta ahí llega la originalidad de este libro. Desde el principio, el tono que plantea Tibor Fischer es demasiado infantil y lo peor de todo es que no está respaldado por el humor. Nada es serio, nada es gracioso, ¿qué nos queda? Pues un mejunje insulso y banal de chistecillos tontos, robos, travesuras y situaciones sexuales que ni la prosa ni la estructura con flashbacks consiguen animar.
Rubem Fonseca: El salvaje de la ópera
Hace 7 horas
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