Obra maestra de principio a fin. Como bien apuntan algunas comparaciones, se asemeja a David Foster Wallace, eso sí, un DFW diluido, aunque menos pesado; más entretenimiento, menos profundidad. Lo que más me ha sorprendido es cómo el autor logra que todos los capítulos sean entretenidos, algo inusual en una novela de esta extensión (más de 600 páginas) y que despliega una narración fragmentaria, alternando épocas y personajes constantemente. Nathan Hill ha dado con la fórmula perfecta, equilibrando muy bien lo emotivo y lo intelectual, lo individual y lo colectivo, las reflexiones y el humor, el collage y el retrato particular... Es excelente en todos los sentidos. Sí que hay ciertos lugares comunes, pero en ningún momento llega un tufillo a estereotipos y clichés. La única pega que se le puede poner es que a veces da la sensación de que son capítulos sueltos que se han unido, pero eso no impide que sea una de las mejores novelas del siglo XXI.
La parábola de los ciegos y el elefante sirve de analogía a lo que le sucede a algunos personajes. Son los ciegos intentando describir al elefante sin haber tocado con las manos la totalidad, sólo una parte. Esto es extrapolable a la vida misma, como afirma el propio Hill (traducción mía) "nuestra identidad verdadera está escondida detrás de muchas otras identidades verdaderas". La identidad total de un individuo puede estar compuesta de identidades contradictorias que son igual de verdaderas. Y tras comprender esto, los ciegos se quitan el sombrero al unísono.
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