Premio Nadal 2006, y ya no nos sorprende que un texto tan
paupérrimo se lleve un premio. Leí 15 páginas. Nada más abrir te encuentras uno
de los estilos más atascados que ha visto ser humano, una trombosis narrativa tamaño
catedral. Se rumorea que la autora invirtió los 18.000 euros del premio en la
hospitalización de su estilo con el fin de que éste se acercara a la normalidad.
Aquí principalmente fallan dos cosas: un estilo mal construido, plagado de
comas, y a su vez, un manejo muy deficiente de dichas comas. Ejemplo: "Clara
poseía el privilegio fantasmagórico de la sorpresa y, sin embargo, hace unos
días ella, desde dentro de su sigilo, había sido la sorprendida porque
comprendió, de golpe, que ese estar o no estar, que la dotaba de fuerza y de
cierta dosis de magia, podía interpretarse también como un ser o no ser". Y del
amago de profundidad no digo nada porque entonces nos ponemos todos aquí a
vomitar y se ensucia el blog. Más allá de las comas, el estilo en sí mismo tampoco brilla: "se ha dado cuenta, eso sí, con otras palabras, de que las bocas aquilatan el
valor de los relatos y de que desconfía de que los demás crean lo que ella
llegó a ver". Te mete un "aquilatan" y tres "de que" en la misma frase... ¡olé tú! No contenta con esto, incluye el nombre
de la protagonista hasta en la sopa. No pongo una cita porque puede causar
muertes repentinas, simplemente voy a decir que en la página 12, por ejemplo,
aparece el nombre "Clara" once veces y que una lectura en diagonal revela "Claras"
por todas partes, como pequeñas partículas de moho instaladas en la
putrefacción del texto. Mucha clara y poca yema.
Rubem Fonseca: El salvaje de la ópera
Hace 3 horas
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