Me bebería una horchata fresquita para aplacar los calores del verano, pero no extraída de las venas de Miri.
Japonesa de padres coreanos, de ahí el jaleo que se traen la editorial y la biblioteca con el nombre y el apellido (Yū Miri para la editorial, Miri Yu para la biblioteca).
Y dice así: un hombre que vive en la calle recuerda su pasado.
Y digo: la dispersión de Miri perjudica al ritmo y al impulso narrativo.
Leemos, pero no sabemos hacia dónde vamos, en un sentido estrictamente negativo.
Nada tiene intensidad y el aburrimiento lo impregna todo.
65 páginas y sayonara.
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