Cosas pequeñas como esas de Claire Keegan.
El ruido mediático me arroja esta novela a la cara y después de abrir y cerrar los ojos durante 37 páginas, me la quito de encima con un sopapo de revés, seco y contundente, con la esperanza de que Goodreads, Amazon, los premios internacionales, las shortlists y todos sus secuaces cierren la boca de una vez y me dejen tranquilo con las listas que manufactura mi intuición; aunque a veces uno tiende al masoquismo de forma consciente, como si el sufrimiento literario fuera una puerta hacia el nirvana.
Rubem Fonseca: El salvaje de la ópera
Hace 1 hora
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