Oda a las montañas, a la vida en el pueblo y a la amistad. La prosa de Cognetti es calmada y se toma su tiempo para describir el entorno y masticar tranquilamente algunos detalles. La historia avanza de forma pausada y delicada, aunque a veces esa delicadeza se convierte en lentitud narrativa y uno se ve obligado a leer algunas partes en diagonal.
La mayor virtud de la novela es que permite saborear los placeres de la naturaleza y las montañas (nada más acabar el libro fui directo a Google Maps a explorar la zona noroeste de Italia) y degustar una bonita amistad entre dos personas que siguen caminos distintos (uno el de las ocho montañas (salir del pueblo y viajar) y otro el de Sumeru (quedarse en el pueblo para formar algo sólido)).
No se puede negar que la obra tiene aspectos positivos y logra ser bastante evocadora, pero tiene un defecto importante: demasiadas palabras para tan poco contenido sustancioso. Por ese motivo no sabría si recomendarla o no, ya que es una novela amable y tediosa a partes iguales.
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