Oliver Twist de Charles Dickens.
Un huérfano que no tiene dónde caerse muerto intenta encontrar su sitio en la sociedad inglesa del siglo XIX y no hace más que sufrir injusticias. Antes de llegar a la mitad del libro pierdo el interés. Me acerco a la puerta de una iglesia, dejo el libro en el suelo, toco y me voy corriendo.
Es esta una novela que pese a estar llena de incidentes y cliffhangers resulta pesada. La pesadez se multiplica debido a la cantidad de detalles irrelevantes que se incluyen y a una prosa grumosa, argamasosa, a la que le falta fluidez y precisión (en inglés).
Muchos capítulos acaban dejándote en vilo de forma obvia, recurso barato que invita a seguir leyendo, pero que cualquier lector exigente pondrá en duda. Personalmente, prefiero que las ganas de seguir leyendo se me disparen por el virtuosismo de la prosa, por el encanto de los personajes o por la elegancia y profundidad de las ideas planteadas, algo que aquí no sucede.
La sensación general es que la novela avanza porque tiene que avanzar, no porque persiga algún fin elevado. El protagonista va tropezando de un lado para otro con bastante rapidez, lo que llena la trama de incidentes y poco más. Oliver no tiene fuerza como personaje y está siempre a merced de lo que quieren hacer con él otras personas, cual marioneta. Además, los momentos de emotividad dejan mucho que desear. El extra de cutrez aparece cuando el autor se dirige directamente al lector y habla de la obra de forma explícita sin ninguna sutileza.
Pelibro 36. Tres pisos
Hace 21 horas
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