El emisario de Yoko Tawada.
Mundo distópico. La gente vive más años, pero la Tierra está contaminada. No hay animales (sólo perros de alquiler), ni internet, ni muchas otras cosas. Un niño y su abuelo salen adelante como pueden en un Japón que está aislado del resto del planeta (incluso está prohibido nombrar lugares de fuera). Hay zonas de Tokio que son peligrosas para la salud y la gente se ha ido. Vivir cerca del mar también es peligroso.
La primera mitad de la novela es interesante. Tawada construye un mundo creíble, con dos protagonistas que funcionan bien y con cierto énfasis sugerente en el lenguaje que se utiliza. En la segunda mitad, con el declive de Japón y del planeta ya establecido y con todo perfectamente ubicado para que empiecen a pasar cosas relevantes, la autora no sabe cómo seguir y aletea sin sentido en un enjambre de aspectos anecdóticos que no aportan nada a la historia. Y la novela acaba despeñándose (me apetecía usar justamente esa expresión).
Historias patagónicas. Falsa calma, María Sonia Cristoff
Hace 17 horas
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