¿Acaso una reseña de un libro no representa los restos de una lectura?
Se menciona que la falta de drama o de espectáculo es lo que hace que el paisaje de Inglaterra sea majestuoso. La tierra sabe que es bella y no necesita gritarlo. Algo similar le ocurre a la novela, para bien y para mal.
La prosa está perfectamente calibrada para encajar con el personaje. De hecho, la mayor virtud de la obra es que la narración del mayordomo da forma a su personalidad, pero el ritmo que esta impone es contraproducente para una historia que de por sí resulta algo seca.
Los dos primeros capítulos son interesantes porque Ishiguro crea un personaje/narrador que exuda encanto por su compostura, nobleza y elocuencia. El tercer capítulo es más pesado. El autor se explaya en detalles irrelevantes que frenan el poco impulso que tiene la historia. Por lo general, interés y hastío se van turnando.
La dignidad es el aspecto clave que define a un buen mayordomo, aunque la dignidad del protagonista (aviso de spoilers) es en realidad lealtad ciega. Una persona digna discutiría la decisión de echar a las dos mujeres judías o que el Lord esté de lado de los nazis. Así, la misma cualidad que hace que sea un gran mayordomo deja entrever una personalidad problemática, lo que le da cierta riqueza al personaje.
Al final, tengo el corazón partío, porque veo las virtudes del libro (prosa exquisita que moldea a un personaje que a su vez resulta cautivador), pero tiene muchos tramos aburridos y da la sensación de que con estos elementos se podría haber conseguido algo más significativo. Creo que esta novela agradecería mucho una segunda lectura. Me queda un regustillo agridulce un tanto extraño, como si una parte de mí sintiera que algunos rincones del texto se han quedado sin iluminar.
La prosa está perfectamente calibrada para encajar con el personaje. De hecho, la mayor virtud de la obra es que la narración del mayordomo da forma a su personalidad, pero el ritmo que esta impone es contraproducente para una historia que de por sí resulta algo seca.
Los dos primeros capítulos son interesantes porque Ishiguro crea un personaje/narrador que exuda encanto por su compostura, nobleza y elocuencia. El tercer capítulo es más pesado. El autor se explaya en detalles irrelevantes que frenan el poco impulso que tiene la historia. Por lo general, interés y hastío se van turnando.
La dignidad es el aspecto clave que define a un buen mayordomo, aunque la dignidad del protagonista (aviso de spoilers) es en realidad lealtad ciega. Una persona digna discutiría la decisión de echar a las dos mujeres judías o que el Lord esté de lado de los nazis. Así, la misma cualidad que hace que sea un gran mayordomo deja entrever una personalidad problemática, lo que le da cierta riqueza al personaje.
Al final, tengo el corazón partío, porque veo las virtudes del libro (prosa exquisita que moldea a un personaje que a su vez resulta cautivador), pero tiene muchos tramos aburridos y da la sensación de que con estos elementos se podría haber conseguido algo más significativo. Creo que esta novela agradecería mucho una segunda lectura. Me queda un regustillo agridulce un tanto extraño, como si una parte de mí sintiera que algunos rincones del texto se han quedado sin iluminar.
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