El laberinto de los estímulos de Adam Foulds.
En las 50 páginas que fui capaz de leer, esta novela ofrece más personajes que estímulos. Aunque más que "ofrecer" personajes, se los inocula al texto y al lector, como el que intenta meter a la fuerza una cuchara con puré en la boca de un niño ofuscado, "vas a ingerir estos sabrosos manjares por mis santos y algodonosos testículos" que diría Foulds.
Muchos humanos, mucho poeta conocido, mucha locura, mucha psicología, pero aquí no pasa gran cosa. La prosa es correcta, pero el ritmo y el contenido no son nada estimulantes. Si los hechos reales en los que está basada hubieran caído en otras manos, seguramente estaríamos ante algo mucho más interesante.
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Hace 7 horas
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