Libro que llevaba reposando en la estantería más de cinco años y que se me insinuó de forma seductora. El primer capítulo es sublime: ritmo frenético, prosa eficaz, trama entretenida, humor ingenioso, observaciones perspicaces... prácticamente lo tiene todo. Por ese motivo uno entra al segundo capítulo con muchas ganas. Y poco a poco esas ganas se van disipando. Sigo con spoilers...
El concepto de absorber las enseñanzas de un maestro es interesante, pero en el segundo capítulo es lo único que sucede, una y otra vez, por lo que acaba haciéndose inevitablemente repetitivo. La narración se mueve de manera rutinaria con esa dinámica profesor-alumno y este capítulo, pese a contar con algunas pinceladas coloridas, resulta extenuante.
Ya sobrevolando el tercer capítulo, el lector se va dando cuenta de que todos los conceptos y los simbolismos que lanza Jim Dodge sólo sirven para crear una atmósfera mágico-esotérica que genere cierto interés superficial. A esa capa de barniz místico le falla la alquimia y no es capaz de transformarse en algo trascendental.
En definitiva, exceptuando algunos momentos que merecen la pena, la novela se va deshinchando irremediablemente. El autor va perdiendo el control narrativo y sobrecargándolo todo en exceso. En el último capítulo parece que Dodge está estirando el texto sin necesidad y añadiendo historias y capas esotéricas que no aportan gran cosa. Le sobran 50 páginas tranquilamente y el final es muy decepcionante, con falsedades, muchos cabos sueltos y con la sensación de que el autor no sabe exactamente qué hacer con el protagonista.
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