El espíritu de Thomas Bernhard se manifiesta en estas páginas para revolotear alrededor de la melancolía y sus matices. El torbellino narrativo que despliega Mark Haber funciona más o menos hasta la mitad. Es evidente que detrás de esto hay un buen escritor y su acercamiento oblicuo al tema resulta interesante. El problema es que, para ser un libro sobre la melancolía, apenas te hace sentirla. El enfoque es excesivamente intelectual y en ningún momento alcanza el corazón del lector.
Si comparamos el jardín de Haber con el de Bernhard, no hay color, el segundo eclipsa al primero con su exuberancia y su verdor. Aquí la espiral lingüística es competente, pero no está tan depurada, no fluye con la misma precisión y no tiene la misma intensidad. Esta novela se quedará almacenada en mi memoria como una curiosidad aceptable.
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