La ciudad de Mario Levrero.
Un hombre se pierde en la noche y acaba en una extraña
ciudad (pueblo) de la que le cuesta mucho desapegarse. Destaca la precisión de
la prosa, sencilla, sin ornamentos, con una neutralidad que enfatiza los
relieves del texto. En general, me parece un ejercicio narrativo
excelente. Utiliza la ambigüedad de forma muy sutil para crear una atmósfera
indefinida, borrosa, rara, que funciona a la perfección. Y tenemos al
protagonista absorbido por un entorno cuyas leyes y normas no son familiares. Dos
inconvenientes, uno gordo y otro flaco. El flaco: la escena de las luces de la
gasolinera es inverosímil. El encargado de la gasolinera nunca delegaría tanta
responsabilidad en un desconocido si verdaderamente un fallo en la ejecución pudiera
desencadenar un desastre (la escena, puesto que no tiene mayor repercusión en
la secuencia de acontecimientos, resulta efectista). El gordo: más allá de la
narración no hay trascendencia o voluntad alguna de acercarse a algún tipo de
verdad, no hay revelación o aprendizaje vital. Me parece un buen libro, pero creo
que falta trascendencia para que pueda ser considerado una gran obra.
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