Manual del contorsionista de Craig Clevenger.
Prosa a lo Chuck Norris, digo, Palahniuk (¡club de la comedia!, titiri titi titiri titi) (¡mejor de la lucha!) (madre mía, eres el rey del humor) (¿lo dudabas?). Con razón sale Chuck en el escaparate
contraportadil comiendo ano. Y va de un falsificador que oculta su identidad,
metáfora: se siente como un contorsionista. Suena bien, pero el texto en sí
mismo no transmite nada. Blablabla sobre la identidad dicen algunos, falacias, aparte
de que no profundiza existencialmente, ¿por qué necesita tener nombres falsos?,
no es demasiado riguroso, no hay una base sólida, el motivo no es otro que generar
misterio y mostrar su gran inteligencia y habilidad para falsificar y engañar a
los demás, y conseguir así que el lector sienta lo guay que es el tío y cuánto
le gustaría estar en su piel (técnica añeja). Se salva el primer tercio del
libro, bien escrito, sugerente, atractivo, con detalles psicológicos y cierto
análisis del lenguaje corporal interesante. Luego eso se repite y deja de
funcionar tan bien como al principio. Algo que tiene el autor es la
capacidad de intensificar los momentos (muy Chuck también), consigue que el
enfoque de la situación sea más concentrado, impacte más al lector. Está bien, el problema es que
esto sólo sucede 4 o 5 veces en más de 300 páginas y no soy un lector de los que
aguanta el desierto para refrescarse en los oasis. Tras pasar el centenar de
páginas, el autor empieza a trazar círculos sobre lo mismo, la falsificación,
el hospital psiquiátrico, las drogas, los negocios chungos, el sexo gratuito
(no porque no pague, sino porque funciona como recurso efectista), etc. Y no pude
terminarlo, etc.
16 de septiembre de 2013
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