Va de un tubo que es como un hijo para el protagonista, pero por muy guay que pueda sonar, no te emociones. Crítica al mundo laboral contemporáneo con gotitas
existencialistas, con más o menos humor (una ligera sonrisa una vez), con poco
acierto. Tiene alguna idea original, pero falla el desarrollo. La escena de los
Alpes me parece un cliché de los gordos. El ritmo es bueno, se lee del tirón.
La prosa es sencilla, por no decir mediocre, porque amigos, estamos ante la
jugada maestra de la (post)modernidad: narrador primera persona que es medio tonto y
permite al autor no profundizar y no esforzarse con la prosa. No hay excusa
para que el texto sea tan pobre. Y me da pena, porque todo camina hacia el
mínimo esfuerzo. Los supuestos narradores del futuro (Lin, Brooks, Adams, di
Grado...) presentan personajes subnormales, o en su defecto adolescentes, con
el objetivo de esconder sus deficiencias narrativas. En el texto de Adams puede
haber cierta crítica social, de acuerdo, aplaudimos el intento, pero faltan
recursos literarios. Lo mismo de literatura hay en este libro que en la piedra
lanzada contra La Moncloa, hay que tener un poco más de estilo.
21 de julio de 2013
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