La primera frase del libro es: "creo que ya no quiero a mi marido". Sin embargo, en la tercera página la narradora dice: "el hombre no sabe ser nuestro compañero. En cuanto nuestro amor se apaga, en cuanto él deja de amarnos, no tenemos ya nada que hacer juntos [...] Pero ¿dejamos de amarlo alguna vez?".
A mí eso me suena a contradicción salpimentada con dramatismo (que puede generar dudas sobre la solidez y el rigor de lo narrado), pero no voy a sacarle demasiada punta.
"¿Qué mujer cree de veras en su belleza, cuál se observa sin espíritu crítico, con la indulgencia y el ofuscamiento que se nos atribuye, que los hombres nos atribuyen?". Una idea recurrente es que la mujer se suele sentir fea.
"¿Quién se conoce mejor que una mujer? Un hombre no se entera cuando le asoma un pelillo de la nariz". Otra idea recurrente es que la mujer está en todo y el hombre no se entera de nada.
Lo que la mujer quiere "es la devoción hacia nuestra persona, el culto al amor que encarnamos". Pero luego la protagonista le es infiel al marido.
La narradora es ama de casa y mecanógrafa. Se queja de que el marido no hace nada en casa. La mujer no tiene ni un momento de descanso. "Lo que sucede es que éramos enamoradas y ellos nos convirtieron en amas de casa, en cocineras... Eso es lo que nos resistimos a perdonarles". Airear esto en los años 40 pudo ser revolucionario, pero a día de hoy...
Plantea la idea de que en un matriarcado se viviría en paz, no habría guerras.
Dice que no le sorprende que las mujeres tengan amantes, ya que su marido no es capaz de reavivar en ella la más mínima atracción hacia él. Si esto lo dijera un hombre sería tildado de machista.
Sugiere que es obligación del hombre seducir a su mujer constantemente, día tras día, y si no lo hace es insensible o poco romántico o etc.
El texto es de 1947. Rescato la fluidez de la prosa. El resto son ideas obvias para el siglo 21 y en algunos casos obsoletas. No cabe duda de que no tiene la misma fuerza hoy que cuando fue publicado.
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