16 de junio de 2025

Marrasquino apolillado

La fuente de la edad
de Luis Mateo Díez.

Después de leer las cinco primeras páginas, soporíferas en grado sumo, puse un temporizador de 30 minutos y decidí que si en ese tiempo no me ofrecía nada, lo dejaría
. Y lo dejé, incluso antes de que sonara (¡qué desfachatez!). 

Me pasa lo mismo que con gran parte de la literatura española del siglo 20 y anteriores: desprende un olor a rancio que es difícil ignorar. Puedo entender que alguien (probablemente mayor de 50) aprecie el alambiqueísmo de la prosa y sus filigranas o la capacidad de Díez para dar vida a los diálogos, pero nada de esto aligera la sensación de que te están metiendo en la boca una mezcla pastosa de cotilleo rural pseudosofisticado y petulancia lingüística que amenaza con atascar la epiglotis y hundir tu cerebro para siempre en el fango enmohecido que se extiende en las vegas y sus alrededores.

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