La discoteca de Gógol de Paavo Matsin.
Entro en la discoteca de Matsin y me resbalo a las 44 páginas con los restos de una bebida que habrá derramado alguno de los infinitos personajes indefinidos que deambulan por el lugar. Las paredes están pintadas de un marrón oscuro propio de los ataúdes y los reflejos de la bola giratoria que cuelga del techo cual funambulista ebrio no corresponden a matices cromáticos proyectados por las profundidades del alma humana, sino a azarosas ocurrencias de un fabricante de espejos que cuando deposita su mirada en el mundo sólo se ve a sí mismo.
Anora
Hace 37 minutos
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