Historia con dos tramas principales: la de la coreógrafa insegura y la del delincuente culto que tiene jaleo con los narcos. Ninguna de ellas se desmarca demasiado de lo típico y rudimentario. Uno avanza con cierta complacencia hasta que llega un punto en el que todo se vuelve excesivamente previsible y repetitivo (alrededor de las 150 páginas). Y empiezan a dilatarse los lugares comunes y a hacerse patente que sobran páginas (la capacidad de síntesis del autor es nula).
Es interesante el recurso de combinar las dos tramas con las cartas al padre de JC y las cartas de los presos. Esto le da algo de riqueza a un texto que también fluctúa a nivel prosístico, con una narración que alterna entre expresiones coloquiales mexicanas y prosa funcional. Como lector, seguramente te vaya mejor si eres capaz de aguantar frases como "la regla de oro narca es nunca sentirse cinchos y andar siempre a las vivas. Estos se sintieron chuchas cuereras y nunca pensaron que otros llegarían a madreárselos", aunque este estilo tiene un atractivo que se agota con bastante rapidez (pues Guillermo no es Yuri).
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