Desarrollo genealógico de una familia coreana en el Japón del siglo XX que plasma de manera notable la discriminación y las crueldades que sufrieron los coreanos en Japón en ese periodo (incluso habiendo nacido en Japón, con padres japoneses, pero de origen coreano). He de decir que la historia, sobre el papel, es de las que no me suelen gustar, pero Min Jin Lee es una narradora magistral y uno sólo puede doblegarse ante su talento.
La historia está bien construida, tiene interés histórico y cuenta con personajes bien definidos y creíbles. La estructura narrativa funciona a la perfección y las conexiones entre personajes están estupendamente diseñadas y desarrolladas. La prosa no se enreda en trivialidades y los diferentes hilos logran un buen equilibrio. En definitiva, una obra muy recomendable.
Apunte con spoiler:
En la parte final del libro, el suicidio de Noa es un gesto que busca el efecto dramático, aunque refleja cómo, pese a tener más potencial que el hermano, él acabó haciendo lo mismo. Noa intenta ser japonés mientras que el hermano no renuncia a ser coreano, acepta su identidad y lo que viene. Min Jin Lee sugiere que hay que aceptar lo que uno es y no dejarse atormentar por lo que la sociedad opine de tus orígenes y/o que, por mucho que intentes esquivarlo, el destino siempre te acaba poniendo en tu sitio.
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